En tu segundo mes de gestación, tuve un sueño extraño. Cuando iba a salir de casa, me paré en seco al escuchar una dulce voz que me llamaba "abuela", me giré hacia el salón, y vi una niña de espaldas de unos cuatro años, señalando mi casa de muñecas. Cuando desperté, enseguida me vinieron a la mente muchos recuerdos. Como que entre sueños tu tía Míriam me llamaba mamá desde el salón, era tan real, que más de una vez me levantaba a medianoche e iba hacia su voz, allí mismo comprendía que había sido sólo eso, un sueño. Un día decidí que esa preciosa casa de muñecas que construimos entre todos pensando en ella, sería para la primera nieta que tuviese. Por eso, cuando de mi sueño contigo desperté, creí firmemente que tendría en unos meses una nieta.
Nos engañaste a todos. Durante todo el embarazo, los médicos afirmaban que eras un niño, cuando llegaste el 25 de mayo de 2011, una madrugada sin hacer ruido, de una año pesimista para la sociedad, y un poco triste para nosotros, nos sorprendiste envuelta en un rayo de esperanza. Las flores nocturnas al oír tu llanto, salieron a tu encuentro para acunarte.
En un momento de desconsuelo, tu sonrisa bañó de alegría nuestras vidas.
Tus ojos, abiertos de par en par, nos contaban que estabas aquí para iluminar nuestro caminar.
Yo, enmudecida, observaba cada gesto, cada movimiento sin ser consciente del tiempo.
Capricho del destino, en el mismo mes, hace veintinueve años, tu tía nacía de mis entrañas, pero estaba tan cansada que decidió seguir durmiendo. Nunca, la pude tener en mi regazo, su hermosa carita se alejó serena de mi lado.
Estoy segura de que ella te ha guiado hasta nosotros.
Al cogerte por primera vez entre mis brazos, saboreé aquel instante lleno de magia, curando esa parte enferma de mi corazón. Eres una niña preciosa y muy buena. Tus expresivos ojos, tu cálida sonrisa, tu maravilloso olor, me hace recordar lo maravilloso de la vida. Y mi intuición me dice que serás una inteligente mujer y, sobre todo, una persona muy especial. A pesar de que vives en otra ciudad y no puedo verte a diario, te siento cada instante. Y quién sabe, si con los años podamos compartir muchas afinidades.
Tu abuela que te adora
Nos engañaste a todos. Durante todo el embarazo, los médicos afirmaban que eras un niño, cuando llegaste el 25 de mayo de 2011, una madrugada sin hacer ruido, de una año pesimista para la sociedad, y un poco triste para nosotros, nos sorprendiste envuelta en un rayo de esperanza. Las flores nocturnas al oír tu llanto, salieron a tu encuentro para acunarte.
En un momento de desconsuelo, tu sonrisa bañó de alegría nuestras vidas.
Tus ojos, abiertos de par en par, nos contaban que estabas aquí para iluminar nuestro caminar.
Yo, enmudecida, observaba cada gesto, cada movimiento sin ser consciente del tiempo.
Capricho del destino, en el mismo mes, hace veintinueve años, tu tía nacía de mis entrañas, pero estaba tan cansada que decidió seguir durmiendo. Nunca, la pude tener en mi regazo, su hermosa carita se alejó serena de mi lado.
Estoy segura de que ella te ha guiado hasta nosotros.
Al cogerte por primera vez entre mis brazos, saboreé aquel instante lleno de magia, curando esa parte enferma de mi corazón. Eres una niña preciosa y muy buena. Tus expresivos ojos, tu cálida sonrisa, tu maravilloso olor, me hace recordar lo maravilloso de la vida. Y mi intuición me dice que serás una inteligente mujer y, sobre todo, una persona muy especial. A pesar de que vives en otra ciudad y no puedo verte a diario, te siento cada instante. Y quién sabe, si con los años podamos compartir muchas afinidades.
Tu abuela que te adora